OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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EL ARTISTA Y LA EPOCA |
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LA PINTURA ITALIANA EN LA ULTIMA EXPOSICION1
Con la primera exposición bienal, Roma ha celebrado el cincuentenario como capital del Reino de Italia. Y, sobre todo, se ha lanzado a la conquista de su antigua hegemonía en el arte italiano. Esta primera bienal no ha podido ser internacional como las grandes e ilustres bienales de Venecia. Pero lo será la segunda. Roma quiere volver a ser el centro de la actividad artística de Italia. De hoy en adelante tendrá, como Venecia, su exposición bienal. Un año se congregarán los artistas en Venecia y otro año se congregarán en Roma. La bienal de Roma competirá con la bienal de Venecia. Tratará de quitarle la supremacía. Roma mira con descontento desde hace algún tiempo el crecimiento artístico de Milán. Que Milán sea un gran foco comercial e industrial no le importa ni le preocupa absolutamente. Roma no envidia a Milán sus fábricas ni sus usinas. Es demasiado aristocrática para no desdeñar a una ciudad prosaicamente manufacturera. Pero, en cambio, Roma tiene celos del engrandecimiento de Milán como foco artístico. Milán debería ser a juicio de Roma sólo una metrópoli de trabajadores y negociantes: no una metrópoli de artistas. El arte no debería vivir en una ciudad de chimeneas. Y es que Roma, evidentemente, no se da cuenta de que Milán es un gran centro artístico e intelectual precisamente porque es un gran centro industrial y capitalista. Roma fue la sede máxima del arte italiano cuando fue la ciudad de los Papas o de los emperadores. Ahora que no es la ciudad de los Papas ni de los emperadores, ni es tampoco una metrópoli comercial, le falta poder de atracción y su historia no es título bastante. Actualmente la clientela de los artistas es la burguesía industrial. Los artistas tienen, pues, que vivir y trabajar donde vive y trabaja esa burguesía. Las metrópolis modernas son, ante todo, metrópolis industriales y trabajadoras. Pero dejemos a Roma, a la cara, buena y grande Roma, con sus celos y con sus ilusiones. Y ocupémonos un poco de su primera exposición bienal. Esta primera bienal romana no ha sido tan sólo un mitin de los artistas italianos contemporáneos. Para su mayor solemnidad y fausto, ha sido, al mismo tiempo, una exposición de la producción pletórica de los últimos cincuenta años de la vida italiana. Ha sido, en suma, la síntesis artística del primer cincuentenario del Reino Unido de Italia, capital, Roma. Fattori, Segantini, Previati, Morelli, Costa, los más altísimos pintores de los cincuenta años de unidad italiana han llenado con sus cuadros, su nombre y su gloria las salas de la exposición. Y han desalojado un poco de ella, por ende de la atención pública, a los artistas contemporáneos. La exposición ha resultado más retrospectiva que actual. De manera que no ha servido mucho para la clarificación de los valores artísticos del día. Ha servido, más bien, para una minuciosa crítica de los valores artísticos del cincuentenario. Los críticos se han ocupado preferentemente de las salas retrospectivas. De esta revisión crítica Segantini, Previati y Fattori salen consagrados como los sumos artistas de estos cincuenta años. Se ha estudiado, comentado y analizado, especialmente, a Segantini y a Previati, que en su tiempo fueron los menos comprendidos, naturalmente por ser los más audaces y los más nuevos. Segantini y Previati fueron divisionistas. Ambos poseyeron, particularmente, un gran gusto decorativo; pero Segantini poseyó, también, mucho y muy fino sentimiento de la naturaleza. Varios de sus cuadros son únicamente simbolistas y decorativos; pero otros son intensa y palpitantemente realistas. Previati, mientras tanto, fue siempre un pintor de pintura abstracta y literaria. Un inteligente artista me decía con mucha exactitud, visitando conmigo la exposición, que Previati fue, más qué un pintor, un ilustrador. Sus cuadros, en efecto, son grandes ilustraciones. Las figuras, los colores, las líneas, son arbitrarias e imaginativas. La característica del conjunto es esencialmente decorativa. Fattori, en cambio, fue un pintor de extraordinario realismo. Y en sus retratos y paisajes se aduna a una interpretación verista un admirable sentido de la belleza y la armonía. Esta doble aptitud pictórica hace de él el pintor más completo y más sugestivo del lapso abarcado por la bienal romana. Entre los pintores de la generación nueva, representados en la exposición, falta un tipo igualmente vigoroso y representativo. Los pintores premiados —Constantini, Casciaro y Carena— son los que más abundante obra han exhibido. Y bien. El primero, Constantini, es en la obra exhibida, un ilustrador de la guerra. Pero un ilustrador sin hondura, sin emoción y sin sinceridad. Sus impresiones de la guerra constituyen una literatura folletinesca de las trincheras. No se siente en ellas la gran tragedia. Son una colección de cartelones artificiosos; melodramáticos y grandilocuentes. Casciaro, el segundo de los premiados, es un eficaz copiador de los paisajes meridionales de la Ischia. Nada más. Su obra es de una abruma-dora monotonía. Y Carena, aunque está dotado de un sentimiento mucho más profundo y variado del campo y del campesino, tampoco revela excepcionales dotes de originalidad y robustez. Las figuras del retablo contemporáneo siguen siendo, pues, las figuras ya ungidas. Las figuras hors concours.2 Las figuras consagradas. Entre las cuales la de Mancini conserva hasta ahora" el primer puesto.
NOTAS:
1
Publicado en El Tiempo: Lima, 7 de noviembre de 1921, en la sección
"Cartas de Italia", escrito en Roma, en Setiembre de 1921. 2 Fuera de concurso.
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